ALTO! si vivís en el barrio las Veletas
Cuenta la historia que en la década de 1850 un joven de 14 años se embarcó en Génova como polizón: destino, la Argentina. Contaban que las madres subían a los barcos a sus hijos de cualquier manera, para que no murieran de hambre. Europa pasaba por hambrunas: la papa era uno de los alimentos básicos y accesibles para los más pobres y un hongo maligno fue atacando los cultivos hasta devastar la producción.
Miguel Ghiso partió de Génova como polizón en el año 1852 y llegó a Buenos Aires solo con su nombre, nada de ropa y mucha vitalidad. Al poco tiempo se empleó en una compañía de manufacturas y, por su iniciativa y cordialidad, escaló puestos y adquirió confianza por parte de sus patrones. Un día el reloj de la nave central de la fábrica se detiene, herramienta fundamental en aquellos años. Miguel se ofrece para repararlo y finalmente logra hacerlo con eficacia. Ducho con mecanismos y manualidades, decide emprender arreglos de máquinas de precisión. Incorpora el montaje de piedras para alianzas, fundición de metales y demás oficios del ramo «orfebrería». Para comienzos de 1875 ya estaba instalado en su local sobre la Calle Florida, entre Viamonte y la Av. Córdoba, casado con Doña Catalina y criando una prole de 7 hijos. Su negocio prosperó en los años donde nuestra República alcanza los índices de PBI, educación y organización del Estado que nos colocan al lado de las naciones más importantes del planeta.
Pasaba el tiempo y Don Alberto Ghiso ve pasar por la calle Florida a las más destacadas personalidades de Buenos Aires. Presidentes, políticos, empresarios, familias patricias haciendo su parada en la Joyería Ghiso, para comprar una piedra preciosa, un montaje de orfebrería, encargar relojes de marcas europeas (eran representantes de la marca «Jaeger-LeCoultre», de Suiza, y «Cartier», de Francia) o comprar muebles, alfombras, tapices y muchos artículos de decoración importados de una Europa en crisis. Crearon su propia marca de relojería: «Ghiso», con maquinaria suiza que más tarde se vendía en las tiendas más importantes de París, Madrid y Nueva York. Expandieron su empresa con sucursales en París y Mar del Plata, con un local en la explanada de la Bristol. De la misma manera fueron comprando tierras tanto en Francia como en la Argentina, siempre con una salida productiva y de esparcimiento.
Así llegaron Oscar y Alberto Ghiso a Bella Vista en 1936. Crearon la Cabaña de Holando-Argentino San Miguel de Ghiso y arrendaron tierras para la producción de leche. En el año 1960 comienza la liquidación de sus negocios y solo conservan la tierra, hoy Las Veletas, La Villette, el Country Ghiso y Los Fresnos, un total de 52 hectáreas.
Esta huella de cemento se extendía desde la esquina de la Av. Gaspar Campos y Santa Fe, en donde había un gran portón flanqueado por dos enormes pilares, hasta Montevideo; y desde el «redondel» hasta aquí (Río Pilcomayo y Giambiaggi). Más adelante siguió un camino de lajas de San Luis que rodeaba gran parte del parque y la casa Grande, que aún están. La huella de cemento continuaba desde «el garaje», hoy la entrada de Rio Iguazú y Giambiaggi, hasta la calle «República», más tarde renombrada Gustave Flaubert. De ahí conectaba con la Cabaña (hoy Los Fresnos). Estimo que la longitud de la huella era de más de 1 kilómetro, coronada con las barreras de cemento, pintadas con cal blanca: las primeras llegaron de Europa y más tarde se fabricaron aquí mismo con un sistema de moldes y hormigón.
Nos queda otro legado de estas tierras familiares: el barrio Las Angélicas, aquí nomás llegando a la Av. Gaspar Campos: las tres «Angélicas», mi abuela Angélica Fidanza de Ghiso, mi madre Angélica Ghiso y María Angélica de Carabassa Ghiso, nuestra hermana.
Esta huella representa la historia de unos visionarios, que creyeron en su país, arriesgaron, invirtieron y transformaron estas tierras en los barrios más codiciados de nuestra querida Bella Vista.
Alberto de Carabassa
Muchas Gracias.