El terreno que ocupara la fábrica de pintura Litopón, es hoy un basural que pone en peligro la salud de los vecinos.
La veintena de personas que lo habitan (mayoritariamente niños) viven en condiciones de extrema marginación.
Autoridades y propietarios no encuentran solución.
Cuantas veces vieron comprometida su integridad sanitaria. los vecinos de Bella Vista se movilizaron. Hace un año. era la boca de descarga de los camiones atmosféricos al río Reconquista. Hoy, el foco de preocupación está a pocos metros de la estación Ricchieri.
Entre las calles Moreno, Ricchieri y Sourdeaux y las vías del Ferrocarril San Martín, hace muchos años traba-jaba la fábrica de pintura Litopón. Un incendio acabó con sus depósitos. Desde entonces, tras el muro, el descampado alimentó las fantasías de chicos y grandes. Unos, viviendo aventuras ficticias, ex-plorando las ruinas. Otros. afirmando que, en depósitos subterráneos, había aún almacenadas peligrosas sustancias tóxicas, que contaminan las napas freáticas.
En 1985, una familia se instaló en el terreno de la antigua Litopón. El Barrio Obligado, donde moraban, había quedado bajo las aguas del Reconquista, durante la histórica inundación. Desde entonces, esta familia vive en condiciones muy precarias, en medio de un basural. Con los años, la familia fue creciendo:
se suma un cuñado, llegan hijos y sobrinos… 22 suman hoy, niños mayoritariamente.
Todos los días, con sus carritos, chicos y grandes salen por las calles de Bella Vista juntando calefones, televisores viejos, botellas…
Facundo, un joven vecino. habla de «los de adentro» con cierto temor y desprecio: «antes les dábamos agua; pero después de todos los problemas que nos traen…» Especialmente, recuerda una noche que el padre estaba en el campo y unos borrachos quisieron entrar. «Si querés ver lo que es eso, y te animás. asomate y mirá» -concluye Facundo.
Adentro, el caos. La chatarra, por un lado, la basura, por otro; y en el medio, los chicos. Nadie se acerca sino detrás de un robusto hombre que es quien lleva la voz cantante: «nosotros no le hacemos mal a nadie, son ellos (los vecinos) los que tiran la basura. Mirá si vamos a tirar basura en nuestra casa». Como prueba de la denuncia, muestran que la basura se concentra junto al muro, especialmente del lado que da a la estación de servicio y un taller mecánico. La mayoría de los moradores son niños. mal vestidos y peor higienizados; pero no le temen a la enfermedad «porque al agua le ponemos dos gotitas de lavandina». Prevención escasa cuando no hay agua potable ni baños para 22 personas. Ellos sólo esperan que les den un lugar.
Actualmente, el terreno «de la Litopón» -como dicen los vecinos- pertenece a la firma INFICO S. A., la que proyecta edificar dúplex; algo mucho más adecuado para la zona que un basural. Sin embargo, la constructora demoraría un par de años en iniciar la obra.
Los vecinos se contactaron con los propietarios, solicitándole, por lo menos, la limpieza. INFICO se mostró favorable a la limpieza; incluso a hacer una plaza hasta la edificación. Pero trasladaron la responsabilidad de la expulsión de los «intrusos a las autoridades municipales.
Con la propuesta de la plaza bajo el brazo, los vecinos se entrevistaron con el Delegado Municipal, Roberto Contini. Este manifestó su decisión de «entrar con las máquinas». Pero la Municipalidad le negó la autorización hasta tanto los propietarios no expulsen a los «intrusos».
La indefinición no favorece a nadie:
Ni a los propietarios, que tienen un terreno ocupado. Ni a los vecinos, que en la emergencia del cólera tienen un basural frente a sus casas. Ni a los «intrusos», que vi-ven en condiciones, más que precarias, infrahumanas. Ni a las autoridades, cuya razón de ser es garantizar el bien común.