Gustave Flaubert

Un verano de 1848. Los periódicos publicaron una noticia que conmovió a gran parte de una comunidad francesa, cerca de la ciudad de Ruan: una joven ama de casa, casada y madre de una hija, se había suicidado luego de cometer varios adulterios y de contraer enormes deudas para la compra de elegantes prendas de vestir y otros objetos superfluos. Con 27 años de edad, la mujer conocida como Delphine Delamare había puesto fin a su vida, hastiada del matrimonio y de la rutina doméstica. El artículo fue uno de los más comentados del momento y llegó también a manos de un aspirante a novelista, quien no solo entendió la desesperación de una mujer en particular, sino la de muchas otras que soportaban la opresión machista de la época, aunque el miedo las obligaba a sonreír y callar.

El joven escritor, quien ya había escrito una primera novela a los 17 años y algunos relatos, se dedicó a darle forma a esta nueva historia, sin saber que estaba creando no solo una de las obras más importantes de la literatura francesa, Madame Bovary, sino también su propio nombre en el escenario universal de las letras: Gustave Flaubert. Este francés nacido en la ciudad de Ruan, el 12 de diciembre de 1821, se animó a retratar en esta novela, durante cinco años, una buena parte de la sociedad francesa de su tiempo, incluso, aquello que ocurría puertas adentro: las tensiones de la vida conyugal; los peligros del amor; los límites de lo público y lo privado, los rumores y chismes de amistades y círculos sociales que podían subir o bajar el pulgar, para alentar o destrozar el destino de cualquiera, y el rol de la mujer, siempre condicionado por las reglas más artificiales del sentido común, la moral y la ética.

Emma, la protagonista de Madame Bovary, atraviesa casi todos los mismos conflictos que la verdadera Delphine Delamare. Solo que esta vez, la literatura y la ficción son las que construyeron un espacio y tiempo para que los franceses del siglo XIX se observaran al espejo. Y así lo hicieron. La obra fue publicada por entregas en la revista La Revue de Paris en 1856 y, un año después, llegó en forma de libro. Sin embargo, no todos soportaron ver esa parte del rostro de Francia. Tal como luego sucedió con Las flores del mal, de su colega Charles Baudelarie, Flaubert también fue acusado y enjuiciado por obscenidad y ofensa a la moral religiosa y pública. Al parecer, los deseos, la libertad y el corazón de Emma Bovary ponían los pelos de punta de todo un gran sector de la Francia conservadora.

Finalmente el autor quedó absuelto, algo que no ocurrió con Baudelaire. Tal vez, porque durante el juicio se entendió que la prosa era ficción y, por lo tanto, era una mentira después de todo; mientras que la poesía, la palabra poética, conserva una densidad distinta. Lo cierto es que el novelista, a través de Madame Bovary y otras obras como la exquisita La educación sentimental (la última novela también de tintes románticos que Flaubert publicó en vida, en 1869, y celebrada por George Sand,​ Émile Zola​ y Henry James​) abrió el debate junto con otros autores, como el mismo Baudelaire, sobre la autonomía del arte y la relación entre literatura y sociedad.

Hijo de un médico cirujano y una ama de casa, dueños de un cierto patrimonio, le permitió a Flaubert tener la oportunidad de vivir de rentas, tener una vida tranquila para escribir y viajar. Egipto, Asia Menor, Turquía, Grecia e Italia fueron algunos de los lugares que los inspiraron, por ejemplo, para su novela Salambó (1862). No obstante, y luego de estudiar Derecho una temporada en París, vivió casi toda su vida en la ciudad francesa de Croissey, con su madre y una sobrina: una finca donde se dedicó a su verdadera vocación. Allí murió a los 58 años de edad, el 8 de mayo de 1880.

 

 

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