La Ferretería Reckinger

 

Arriba del local de Senador Morón 1288 (antes 867), en el comedor de su casa, Don Félix nos recibe acompañado por su esposa, Cecilia Dolores Maglio, su hijo Guillermo Ernesto «Chiquito» y su esposa Mirta Manieri, quienes le dieron dos de sus nietos, María Florencia y Sebastián. Otro hijo, Pedro Eduardo,  le dio también dos nietos y dos bisnietos.

«Mis abuelos, dice Don Félix, vinieron de Luxemburgo a fines del siglo pasado junto con sus cinco hijos, y aquí mi padre se casó con una española que vivía en Zapiola, cerca de Las Heras, en la provincia de Buenos Aires. Yo fui el único hijo. Mi padre era mecánico de cremerías, como La Martona, La Vascongada y otras, y por eso se mudó varias veces. Yo tuve distintos trabajos, como vendedor de helados por la calle en Ramos Mejía o mozo en un barco que llevaba pasajeros (casi todos maestros) y carga, entre La Plata y Comodoro Rivadavia.»





Nos cuenta más adelante que trabajó también en una ferretería en el barrio porteño de Flores, donde conoció a Cecilia Dolores («nos encontramos», acota ella), que era la cajera del negocio. Como tenía un tío en San Miguel, decidió venir para estos pagos y con plata de la madre y de otro tío, compró el fondo de comercio de la pequeña ferretería que tenía María Teresa Vigo de Loma. El 1º de enero de 1938 abrió las puertas el nuevo negocio que a lo largo de los años se fue ampliando y modernizando, hasta ocupar el lugar que actualmente ocupa en la vida comercial de Bella Vista.

«Enfrente estaba la fábrica Michelin. Por desgracia se fue, porque los italianos que vinieron con la Pirelli se portaron mal con Bella Vista. Una de las cosas que hicieron fue tirar abajo una cantidad de chalets que había acá enfrente.  

 

Fue increíble, porque era la época de la falta de viviendas. También desapareció el club que tenía la Michelin y que era uno de los mejores de todo General Sarmiento. Allí jugamos al truco, durante años, con un grupo de amigos. Éramos socios honorarios -no teníamos ni voz ni voto- y cuando el club cerró jugábamos aquí, en casa.» En ese momento de la conversación, su hijo se levantó y nos trajo una placa que ese grupo le dedicó a Don Félix agradeciéndole su amistosa hospitalidad. La firmaban Bautista Merlino, Paulino Cardoso, Mariano Ferré, Román Mateo, Mauro Manieri (su consuegro), Pedro Laspinay Esteban Sidoruk.

Al lado de la ferretería, donde está el Banco Provincia, funcionaba la Escuela N° 9, para la cual el presidente de la cooperadora, el marino retirado Domingo Calzetta, que vivía en Francia entre Moine y San Martín, consiguió que el señor Mattaldi donase el terreno donde está actualmente. «Creo que no hay una sola aula con su nombre», se lamenta Don Félix.

«Junto con Calzetta también fundamos la Sociedad de Fomento General San Martín. Para no pagar impuestos a la donación, Mattaldi nos vendió dos terrenos de él a cinco pesos cada uno. Allí pensábamos hacer además una sala de primeros auxilios, pero el gobierno se adelantó e hizo la que está actualmente.»

«Desde la esquina de Chubut hasta la ruta 8 era toda una zanja», recuerda. «Decidimos colocar caños en las bocacalles que daban al barrio Mattaldi. Fuimos a pedir permiso al responsable de Vialidad, que por esa época tenía un campamento en Gaspar Campos cerca del río. Pero, ante nuestra sorpresa, nos dijo que lo hiciéramos sin permiso, porque «el trámite tardaría diez años». Así que, lo hicimos…»

«Alrededor de 1940 – prosigue nuestro entrevistado- los Estudios San Miguel quisieron comprar el local, que yo todavía alquilaba, pero Loma me dio prioridad. Juntó plata de todos los rincones y acá estamos. Por suerte yo había podido devolver el préstamo a mi tío Pedro Adolfo Reckinger y me salió de garante ante el Banco.»

«En esas épocas añade Don Félix no había competencia, salvo varios almacenes que vendían algunas cosas de ferretería. Años más tarde abrí una sucursal y puse al frente a mi empleado Miguel Jezik, a quien luego se la vendi. También tuve bastantes años una fábrica de televisores en blanco y negro, que se llamaba Telerec y la gente los prefería a los Noblex porque tenían una imagen más nítida.»

Al avanzar la conversación, Reckinger recuerda una vez que dejó el local abierto y un cliente que pasaba llamó al vigilante que estaba de facción en la estación. Juntos entraron a la ferretería y los despertaron a él y a su señora, que en esa época dormían al fondo. «-Imaginese si me hubiera pasado ahora! No me hubieran dejado nada…»

Y un recuerdo trae otro, como los nombres de muchos clientes de la ferretería o aquella vez que había elecciones y funcionaban mesas en la escuela contigua. «Eran los tiempos de los conservadores -dice- y no dejaban que votaran los radicales. Fíjese que al gigante Mazanzani lo agarraron de los fundillos y lo tiraron a la zanja que había en esa época en Senador Morón.»

O aquella otra ocasión en que el intendente Arenaza («el que más hizo por General Sarmiento y nada ni nadie lo recuerda») le ofreció ser jefe de compras: «Duré cuatro meses; no era para mí.«

Una vez, en tiempos de Perón, las cosas eran muy difíciles, y Don Félix optó por rematar la mercadería y dedicarse al ramo del vidrio. Debido a que un grupo de personas ofertaba muy bajo para quedarse con todo, decidió suspender el remate. Gracias a eso, Bella Vista sigue teniendo la ferreteria Reckinger.

 

Gentileza: «El Juglar» Ed. Bourel –  Año 1998 –  

Foto principal Familia Reckinger C. 1960, coloreada digitalmente por bellavist.ar

Foto F. Michelin: Carlos Giordano 1940, abajo bellavist.ar 2021

 

En homenaje a Felix Reckinger y a Juan Cabral.

 

 

 

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