Los Estudios San Miguel

El mismo lugar 74 años después.
Los Estudios San Miguel ocupaban tres manzanas sobre la calle Moine, entre Caprera (actualmente Piñero) y Chubut, a pocos metros de la Estación de Bella Vista.
Todo se hacía íntegramente en los estudios. Para un rodaje, en la manzana comprendida entre las calles Moine y la Plata, por ejemplo, se diseñó una escenografía imponente del antiguo Buenos Aires. Hasta contaban con usinas de motores Diesel para generar su propia energía eléctrica. Se decía que los estudios podían dar luz a toda la ciudad.
Los estudios San Miguel comenzaron a erigirse en 1937 de la mano de Miguel Machinandiarena, un empresario que logró su fortuna mediante el negocio de los casinos en nuestro país y que junto a Eduardo y Francisco Ricci planificaron el gran sueño cinematográfico.
Los hermanos Ricci eran de Bella Vista, Eduardo ya conocía el negocio, era dueño de un cine en Nueva York. Francisco fue otra pieza fundamental, era Ingeniero Químico y fue el encargado de lo que fueron los laboratorios de copia y revelado del estudio.
Es entonces, en el año 1937, que comienza a erigirse la “Hollywood” de Bella Vista, como algunos la calificaron. Un espacio dedicado al cine que contó con el mejor equipamiento y la mejor tecnología del momento, convirtiéndose en los estudios cinematográficos técnicamente más avanzados de Sudamérica.
Sin embargo, no es hasta 1940 que se estrena la primer superproducción de estos estudios. Se llamó “Petróleo” y fue filmada bien al Sur de nuestro país, en Río Gallegos, cuyos rollos fueron revelados en los laboratorios de Bella Vista.
A partir de allí, inició más de una década de esplendor para los estudios y para toda la ciudad. Todo aquel vecino que merodeara por esas manzanas, de alguna u otra manera comenzaba a involucrarse en el mundo del espectáculo. Y tal es así que muchos se convirtieron en técnicos, ayudantes, maquilladores o extras.
Se corría de boca en boca la información de cada nueva película y el barrio se convertía en una fiesta. La gente se agolpaba en los ingresos para poder ver a los artistas del momento y también por curiosidad, muchos otros se presentaban y se ofrecían para trabajar. Querían actuar de extras, pintar, barrer o lo que sea.
Dentro de este gigante del cine no sólo había sets de filmación, también funcionaban talleres de herrería, carpintería y yesería para el armado de los escenarios y talleres de vestuario. Había salas individuales de proyección; un departamento de copia y revelado, y una sección de cámaras fotográficas y cinematográficas
Se estima que durante su cúspide emplearon a unas 700 personas. La fábrica de hacer películas produjo en total 78 films hasta el año 1952. Algunos premiados y reconocidos a nivel nacional e internacional. Grandes obras como “Nazareno Cruz y el Lobo”, “La Guerra Gaucha” o “Los isleros” y grandes figuras como Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Leonardo Fabio, o Lucas Demare han trabajado e incluso vivido temporalmente en esta ciudad.
Pero lo bueno es efímero. Estos magníficos estudios que florecieron durante algo más de una década, comenzaron su triste ocaso en el año 1952.
Como si esta historia se empeñara en formar parte de una ficción, se esbozaron múltiples teorías de porqué el gigante del cine sudamericano apagó sus destellos para siempre y de por qué ni siquiera se conservan sus estructuras.
Esta la teoría que sostiene que el mítico Walt Disney enterado de este monstruo del cine y ante el temor de una exitosa competencia exigió que demolieran el lugar. Muy lejos de estas conjeturas, la información histórica señala que fue luego de la Segunda Guerra Mundial que empezó a escasear el material virgen que venía de EEUU y que hacía posible filmar, y entonces la industria americana comenzó a incursionar en México y rearmar allí su estructura.
Argentina era el único gran productor de películas de habla hispana (ya que España no filmaba en esa época, porque estaba totalmente empobrecida) y esta situación le quitó al país todo el mercado. Al empezar ese retroceso, comenzaron a cerrarse los estudios.
Por su parte, Miguel Machinandiarena, el gran impulsor de este proyecto, ya no contaba con el fluido ingreso de dinero proveniente del negocio de los casinos, dado que le fueron expropiados por el entonces Presidente Juan Domingo Perón.
Cualesquiera sean las razones, lo cierto es que concluye una etapa dorada para los Estudios San Miguel, que no volvieron a repetirse nunca más. En un intento por resucitarlos, en 1953 se forma una cooperativa llamada “Cinematográfica San Miguel”. Sin embargo, esto tampoco funcionó por mucho tiempo y los estudios se terminaron alquilando para productoras independientes. A pesar de esta debacle se grabaron en esta nueva etapa algunas películas muy importantes en la historia del cine de nuestro país como “Crónica de un niño sólo” de Leonardo Favio. No obstante, el desenlace era imparable. El abandonado lugar atravesó el final de sus días como depósito de una fábrica de licores de la zona, la Hiram Walker, y hacia fines de octubre de 1980 comenzaron las demoliciones. Finalmente los terrenos fueron objeto de negocios inmobiliarios.
Aquellos paredones de enorme porte que supieron sorprender a propios y ajenos y llenar de magia y recuerdos a toda la comunidad se extinguieron para siempre.
Hoy sólo permanecen en pie los plátanos que rodearon las manzanas y que en aquel entonces fueron los recepcionistas de las grandes estrellas del cine argentino y una placa casi imperceptible en una esquina poco transitada.
El 15 de octubre de 2009, el Honorable Concejo deliberante aprobó la ordenanza 44/2009 donde se procedió a cambiar el nombre de las calles Aconcagua (En el tramo comprendido entre las calles Moine y Maipú y tambien el de Maipú (entre Aconcagua y Chubut) designándose el nuevo nombre de Pasaje Estudios San Miguel) Además una calle de escasos metros a la que bautizaron “Pasaje Estudios San Miguel” conserva inerte un cartel azulado con la memoria de aquel sueño.
extracto de: Crónicas de San Miguel – Cin Ojeda, Gisela Ederle
Foto inferior: 1947 autor desconocido
Foto superior 2021 – bellavist.ar

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